sábado, 25 de abril de 2009

A Grande Cavalgada

Leia o texto com atenção...

Num certo dia um paciente de um manicômio
psiquiátrico bate à porta do diretor do hospital.
Como vai, doutor? Posso entrar?
Claro que sim. O que você deseja?
Bem, doutor. Eu quero lhe dar um presente.
Um presente? Mas que presente?
É um livro. O nome dele é A GRANDE CAVALGADA.
Muito interessante. Mas quem é o autor?
Sou eu, doutor.
Você? Mas como foi isso?
Estou internado aqui há muitos anos e tive bastante tempo para escrevê-lo.
Estou muito impressionado. Se você foi capaz de escrever um livro, é porque já está curado.
Vou assinar a sua alta imediatamente.
E o autor do livro foi embora feliz da vida.
Mais tarde o diretor do hospital iniciou a leitura do livro.
Vide a seguir...
(Livro: A grande Cavalgada)
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.
Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.Pocotó.

Nenhum comentário:

Postar um comentário